Neurorradiología y terapia endovascular
La publicación en NEUROEJE de artículos que expresan la utilización exitosa de terapia endovascular en el tratamiento de lesiones
del encéfalo me ha hecho pensar en los albores de la misma en hospitales costarricenses de aquella época, los cuales pertenecían a la
Junta de Protección Social de San José o a la Caja Costarricense del Seguro Social.
En el siglo pasado, en Costa Rica, los primeros pasos se dieron cuando en el Hospital San Juan de Dios, a inicio de la década de
los setenta, el Dr. Leonel Guido Molina (neurocirujano) y el Dr. Mario Chartier (otorrinolaringólogo), procedieron a embolizar con gelfoam
ramas de la arteria carótida externa a un paciente portador de un angiofibroma nasal gigante, tumor que se caracteriza por ser de gran
vascularidad y de alto riesgo quirúrgico, debido a hemorragias abundantes. Se logró la extirpación del mismo en forma total con un mínimo
sangrado; luego, se convirtió en un procedimiento endovascular de rutina, cada vez que se debía operar un angiofibroma. Tiempo después,
el procedimiento se realizaba también en el Hospital México, por el Dr. Francisco Saborío.
En la década de los ochenta, utilizamos otros procedimientos invasivos. Recuerdo cómo se practicó la embolización de las fístulas
carótido-cavernosas, mediante arteriotomía en la arteria carótida común, luego, se tomaba un fragmento de músculo (al cual se aplicaba
un clip) atado a una seda y se dejaba en el torrente arterial, este ascendía hacia la fístula atraído por el alto flujo de la comunicación; se
monitoreaba por fluoroscopía el ascenso del clip, y se aplicaba la auscultación ocular o temporal, hasta callar el soplo producido por la
comunicación anómala, e igualmente se observaba la disminución progresiva de la congestión venosa del globo ocular ipsilateral.
A mi regreso de Canadá, me tocó utilizar una modificación a la técnica expuesta. La primera vez, con la colaboración del Dr. Edgar
Cabezas Solera (cirujano cardiovascular); mediante arteriotomía de la carótida externa, introducíamos un catéter de Fogarty, que se dirigía
hacia la carótida interna, y su ascensión se monitoreaba bajo fluoroscopía, hasta llegar al sitio de la comunicación arteriovenosa. En
ese momento, procedíamos a llenar con suero el globito, situado en el extremo distal del catéter, hasta silenciar el soplo producido por la
turbulencia sanguínea, a pocos centímetros de la arteriotomía, externamente, se sellaba el catéter, se cortaba el exceso del mismo y se
fijaba en los tejidos blandos vecinos.
Durante esa misma década, iniciamos la embolización preoperatoria de tumores intracraneales, principalmente meningeomas, aquellos
casos ubicados en la convexidad cortical y cuyos estudios radiológicos revelaban una gran vascularidad. El procedimiento se efectuaba
en el Hospital San Juan de Dios y en el Hospital México. Para efectuar la embolización, recurríamos al gelfoam o fragmentos de
músculo.
El Dr. Roberto Chaverri Soto logró, en los años ochenta, consolidar el Servicio de Neurocirugía en el Hospital Calderón Guardia, y
él tuvo la oportunidad de embolizar exitosamente casos de glomus yugular, lo cual facilitó enormemente la cirugía de estos. De manera
paliativa, en el Hospital San Juan de Dios embolicé con pequeñas esferas malformaciones arterio-venosas gigantes (grado IV de Leusenhop),
inoperables por su alto riesgo; de esta manera, se ocluían las arterias aferentes, se reducía el flujo y se mejoraba el cuadro clínico
del paciente.
A nivel internacional, los trabajos del Dr. René Djinjian en Francia, neuroradiólogo, habían popularizado los balones desprendibles
para el cierre de las fístulas carótido-cavernoso. En Costa Rica, gracias a la intervención del Dr. José Vega Molina, neuroradiólogo del
Hospital Calderón Guardia, en 1989, una niña, paciente del Hospital Nacional de Niños, portadora de una fístula carótido-cavernosa postraumática,
a punto de perder la visión, fue trasladada al primer centro, donde un equipo liderado por un colega brasileño y el Dr. Vega
Molina, aplicó exitosamente, por primera vez en nuestro país, un balón desprendible, vía arteria femoral derecha.
Finalmente, la llegada a nuestro país del Dr. Carlos Calderón Calvo, cardiólogo con entrenamiento en hemodinamia, permitió dar el
gran salto e iniciar los procedimientos endovasculares modernos. En el año 1998, en el Hospital San Juan de Dios, colocamos, por primera
vez, un stent a nivel de la arteria carótida, era de acero inoxidable y debía expandirse introduciendo un balón para lograr su fijación a la
íntima de la arteria; luego vinieron los stent autoexpansibles. Los buenos resultados iniciales y lo apasionante del procedimiento atrajeron
la atención de un joven residente de neurocirugía, el Dr. Róger Torres Cordero, quien al terminar su residencia, salió de nuestro país para
obtener esta subespecialidad; a su regreso, se inició en forma, bajo protocolos de tratamiento, el abordaje de aneurismas, estenosis arteriales,
malformaciones A-V, etc.
Igualmente, los resultados obtenidos por el Dr. Róger Torres Cordero motivaron a otros jóvenes neurocirujanos y neurólogos a seguir
esta senda, razón por la cual hoy se efectúan, comúnmente, estos tratamientos en el Hospital Calderón Guardia, Hospital México y
Hospital San Juan de Dios.
Dr. Carlos A. Contreras Dam.
Neurocirujano
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