La enfermedad cerebrovascular constituye a nivel mundial una de las tres principales causas de mortalidad. El
evento isquémico también se sitúa actualmente dentro de las principales causas de morbilidad y de discapacidad. Si
tomamos en cuenta las cifras mundiales, cada 45 segundos una persona sufre de un evento cerebrovascular isquémico
y cada 3 minutos una persona muere por un uno de estos. Además existe un desalentador pronostico de que
para el año 2030 estos números se pueden duplicar.
Estas cifras no solo atañen a los pacientes sino también al personal de salud que se relaciona con los mismos.
Para tener una idea, el evento cerebrovascular isquémico representa la principal emergencia neurológica y conlleva
mas de la mitad de los internamientos en los salones de neurociencias. Además, el cuidado del paciente, la adecuada
instauración de la prevención secundaria y la rehabilitación representa una enorme inversión en términos de
recurso humano y económico.
Durante años el manejo de estos pacientes se basó en la contemplación de la evolución natural de la enfermedad.
No fue sino hasta los años ochentas donde inició una concientización por parte del equipo de salud que
comenzó con la creación de unidades especializadas para el cuidado del paciente con un ictus. Con estas se logró
disminuir la mortalidad del evento cerebrovascular. Sin embargo, el verdadero salto que produjo un concreto impacto
en las estadísticas previamente mencionadas fue la implementación del rT-PA en los protocolos de atención a partir
del estudio NINDS rT-PA en 1995.
Fue a partir de este año donde se aprobó el uso del rT-PA por la FDA como un fármaco con el potencial de revascularizar
al paciente con un infarto cerebral. Varios estudios, incluyendo el NINDS rT-PA, los tres estudios ECASS y el
ATLANTIS han demostrado la alta eficacia y la seguridad del fármaco si se aplica endovenosamente en las primeras
4.5 horas del infarto. Se demostró claramente que el numero necesario para tratar es de 3 y el numero necesario
para dañar es de 30. Con este fármaco se obtiene una mejoría absoluta en alrededor de 15% de los pacientes tratados
y hasta del 50% a largo plazo en el grupo restante.
Sin embargo Costa Rica tuvo un atraso de alrededor de 16 años en el acceso protocolizado de este medicamento.
En el año 2003 inicio un proyecto en el área de neurociencias del Hospital Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia que
contemplaba la creación de la primera Unidad de Neurología Vascular. Se inicio con el entrenamiento de un neurólogo
en esa área y se inicio con el equipamiento de la futura unidad. Alrededor del 2007 se comenzaron los tramites
para el acceso del rT-PA a nivel de la seguridad social. La tarea involucró concomitantemente el entrenamiento y
concientización de estudiantes, residentes, especialistas de todas las áreas, enfermeras y directivos. Esto ultimo con
el fin de formar un engranaje multidisciplinario para la mejor atención del paciente con enfermedad cerebrovascular
isquémica.
Después de laboriosos nueve años se inició en diciembre pasado el plan piloto de trombolisis para el paciente
con ictus. Sin embargo, la meta es llevarlo a todos los hospitales del país para cubrir a una población que por mucho
tiempo ha recibido manejo contemplativo.
Es ineludible para toda nuestra comunidad de neurociencias conocer del programa, conocer el protocolo de aplicación
y participar en la educación de la población y del resto de profesionales afines al área de la salud. Es un honor
para el la Asociación Costarricense de Ciencias Neurológicas y para el Comité Editorial de Neuroeje ser participe de
este proceso que planea devolver la esperanza a personas que la habían perdido cuando súbitamente un ictus les
interrumpió su bienestar.
Dr. Randall A. Pérez – Rojas
Editor Médico
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